
Ahora que Humilladero se ha convertido en la capital de la III República, al abrir un proceso constituyente a favor de que España vuelva a ser una República. Yo quiero proponer un paso más: la desaparición de España. Y la creación de un nuevo Estado, que consistiría en la unión de todas las nacionalidades de la Península Ibérica en un solo Estado llamado IBERIA. Esta idea no es mía, la han planteado numerosos políticos, sociólogos e intelectuales españoles y portugueses. El último en proponerla ha sido Saramago y ha creado una gran polémica en Portugal. La verdad es que aquí ni nos hemos enterado, ya que la única noticia de lo que ocurre en Portugal que cruza nuestra frontera es todo lo referente al caso Madeleine (del que sin duda también me considero fans). Y es una pena que el tema no nos interese, ya que podría ser la solución de tantos problemas que tenemos en este Estado que llamamos España.
Primero la palabra España es una palabra que ha servido para dividirnos interiormente desde hace siglos, suena dura, suena a Estado fascista, católico y autoritario. Términos los cuales aborrezco. España es una palabra tan grande que no permite la existencia de otras nacionalidades dentro de ella. Es como si al decirla hiciera desaparecer la autonomía de los que se sienten murcianos o gallegos o aragoneses… por poner un ejemplo de las muchas comunidades, estados, mini estados o minis nacionalidades que cabrían dentro de la palabra Iberia y que por supuesto no excluiría a ninguno ni le daría más importancia a unos que a otros. ¿No sentís a veces que los Vascos o los Catalanes se creen que tienen más pasado histórico que nosotros? Yo algunas veces me siento ahogado por sus reivindicaciones nacionalistas. Todo lo contrario lo que me pasa en Portugal, me gusta el amor que sienten por su tierra pero su capacidad de autocrítica los hace menos vernáculos y más extranjeros en sí mismos. Algo que deberíamos ser todos: extranjeros en nuestra propia tierra, para de esa forma tener una mayor capacidad de autocrítica hacia nosotros mismos. La única forma de adquirir esa autocrítica es viajando… Viajando donde nuestras posibilidades económicas nos permita (al pueblo de al lado, a la provincia limítrofe, a la autonomía más cercana o al país con el que compartimos frontera o el que está en las antípodas). Cuanto más viajas, te das cuenta que, a veces, tienes más en común con una chavala de Dresden que con tu vecino de arriba. Y de esa forma descubres que las nacionalidad es sólo un invento histórico, político y económico y que pueden llevar a inútiles enfrentamientos o locuras como las de ETA.
Y ya que no nos queda más remedio que conformamos en Estados, creo que deberían ser Estados plurales, abiertos, democráticos, laicos y republicanos. Así sería IBERIA. Y así ha sido desde siempre. Ya que los Iberistas, como decía en un bellísimo artículo Susana Fortes en El País, el pasado 6 de septiembre: “ nunca fueron guerreros, sino gente pacífica y un punto ácrata que cree más en la fraternidad que en el Estado. Tipos algo anarquistas…” Y yo añadiría soñadores y utópicos… que sueñan con una Península Ibérica abierta, libre, pacífica.
Los Iberistas nunca empuñaríamos un arma para la creación de este estado imaginario. Ya que preferimos que haya fronteras, imaginarias o no, a que se derrame una sola gota de sangre. Ya que lo que uno se siente, se siente dentro de uno… Yo hay veces que me siento tan profundamente portugués, lisboeta, que sueño con encontrar algún antepasado o algún gen en mí que fuera o viniera de allí… Hay días que me da vergüenza sentirme Español (cada vez que algún facha que hace suya esa palabra e intenta imponer a todos esa nacionalidad, tiemblo de miedo), que me horroriza sentirme andaluz (cada vez que alguien identifica mi tierra con flamenco y presupone que me debe gustar el flamenco o Lorca y se inventa una cultura común y única… me siento tan lejano… que no sé donde pertenezco), o que me gustaría huir de Martos (ya que observó algunos de sus habitantes anclados y orgullosos de sentirse pueblo y de pertenecer a una sociedad caduca y disfuncional e intentado controlar la vida de los que nos hacen sentirnos diferentes).
Por todas estas razones, construyo en mi mente un Estado Imaginario, llamado IBERIA. Un estado con una bandera o sin bandera (si tuviera una yo le daría estos tres colores: rojo de amor y vida, verde de esperanza y de todo lo que surge de la tierra y malva de republica e igualdad, pero es sólo una propuesta, que cada cual haga su bandera, si quiere), con múltiples nacionalidades (vascos, catalanes, manchegos, andaluces, extrémenos, lusitanos…) múltiples lenguas (las cuales deberíamos conocer todos, de esa forma nos unificaría y nos conoceríamos más), un estado laico (donde cabrían todas las religiones, los agnósticos, los ateos y ninguna se impondría a ninguna, todas se practicarían en libertad y ninguna se enseñaría en los centros educativos públicos) un estado abierto a la llegada de nuevos pueblos, ya que las fronteras desaparecerían… Ya digo, un estado imaginario porque IBERIA sólo existe en el corazón de la gente que cree en la paz y la igualdad. Y los estados que viven en el corazón no son fáciles de entender por los que nos gobiernan ya que ellos sólo se mueven por lo que le dicta su razón y su pensamiento. IBERIA es tan sólo una figura literaria, una ilusión, un enamoramiento…
Esta entrada está dedicada a mi amiga del alma: Aurora. Que cumple un año más y que me ha enseñado a ser más tolerante e Iberista.