jueves, 26 de agosto de 2010

UN DÍA DE AGOSTO

A los guionistas también nos pagan por esperar. Esperar a que lleguen unas correcciones es un momento muerto que a veces no sabes en que invertir. Porque no es tiempo suficiente para desarrollar un proyecto personal con la calma adecuada y tampoco te puedes arriesgar a pillarte un avión e irte lejos porque la cadena puede sorprenderte y colocarte una reunión de un día a otro. Con que aquí me tenéis, sin saber que hacer en medio del agosto madrileño y esperando que llegue mañana para tener dicha reunión.

Ayer decidí que tenía que aprovechar el día, fuera como fuera… y me puse manos a la obra. Un amigo me invita a pasar la mañana recorriendo las “Hoces del Duratón”, haciendo piragüismo.



Menuda experiencia: roca caliza, canoas, palas, derecha izquierda, buitres leonados, silencio, agua dulce, una ermita Templaria, amigos, bromas, risas, un monitor con morbo y sol… y para terminar nos esperaba un cordero delicioso en Sepúlveda… Regreso molido… me ducho y me tumbo en la cama. Lo tengo claro, no pienso moverme de casa. Llamo a mis amigos y les digo que no cuenten conmigo. Como mucho me apetece que alguien venga hasta mi cama y me descargue ya que tengo las muñecas del piragüismo llenas de agujetas. Intento leer pero me duermo, ver una serie y bostezo… ordeno las ideas para escribir un corto… y la tarde va pasando… y un extraño cosquilleo me sube por las piernas… me quedo transpuesto… me despierto excitado por culpa del monitor de piragüismo, de su boca y de sus manos… ¿Y ahora qué hago? Son las once de la noche y estoy solo en casa… Sin mucho sueño, con una buena excitación entre las piernas y no tengo porque madrugar mañana. No lo dudo, pongo un mensaje generalista a unos cuantos “follaamigos” … no sé quien de ellos estará en Madrid. Dos me responden diciéndome que están fuera, otros no responden y uno me contesta que le apetece hacer un trío que si conozco a alguien. Le digo que de primeras no y le propongo que vayamos a un bar, busquemos a uno y no lo follemos entre los dos. Le hace gracia la cosa y quedamos en media hora en la puerta del Odarko. Nos saludamos y entramos. Pedimos en la barra y nos ponemos a buscar. Yo localizo a un chico mulato con perilla y algo fuertote que me mira. Le digo a mi amigo: ¿qué te parece ese? Me sonríe. Me acerco al mulato que resulta estar de vacaciones en Madrid, vía Colombia, Medellín, creo recordar, y lo invito a casa de mi amigo… Seis brazos, seis piernas, seis manos, tres bocas, tres culos y tres penes… todas los conjugaciones posibles en, más o menos, una hora. El de Medellín se despide… mañana regresa a su país. Espero que se haya llevado un grato recuerdo y yo me quedó un segundo con mi “follaamigo”. Me ofrece una ducha y una cola Light, acepto las dos cosas y me marcho de su casa con mucha hambre.




Cuando cruzo la gran vía, a eso de las dos de la mañana, veo el VIP abierto y entro a comprarme un sándwich… me cuesta elegir uno, al final decido comprarme dos... uno de salami con mostaza dulce y otro de salmón con cebolleta. Cuando voy a pagar me cruzo con un chico todo vestido de negro, barbita de varios días, ojos claros que me sonríe. Me suena de algo pero no sé de qué. Mientras pago él no deja de mirarme y me espera. Yo le sonrío y me acerco hasta él. ¿Nos conocemos? Me responde con un rotundo claro. Me quedo a cuadros. Su cara me recuerda a la de un amigo pero no es él. Salimos los dos del VIPS y nos ponemos a andar Gran Vía abajo con dirección a la plaza de España. La conversación surge de forma natural. Le pregunto: ¿Nos hemos liado? Se llama Juan y me dice: “Tranquilo, aún no y ¿qué haces solo por la gran vía y a estas horas?” Juan viene de cenar con un amigo y yo le cuento mi noche. Creo que se queda un poco sorprendido por mi sinceridad pero si quiere sexo no es justo que pierda el tiempo conmigo. Pero sabe como contraatacar para dejarme claro que no busca algo tan simple y ahora soy yo el sorprendido. Nos paramos, me siento en un banco de la Gran Vía, yo quiero saber de que nos conocemos… él me dice que tenemos muchas cosas en común: somos gays, vivimos en Madrid y nos dedicamos al mundo del espectáculo… Sin duda juega con ventaja pero no me importa… Le reconozco que soy guionista y él me dice que es director. Al llegar a la esquina de Gran Vía con Plaza España, el cartel de la obra de teatro de “Todos son mis hijos” nos frena. Hablamos de Miller, de los actores y le cuento que lo que más me gusta en el mundo es escribir teatro. Me sonríe y sin saber como nos sentamos en el poyete de la ventana del Wok y comenzamos a conocernos, mientras los chinos no dejan de ofrecernos cervezas… Juan se fija en mi tatuaje, le explico que significa lo mucho que me gusta el verano y añado: éste está siendo tremendamente extraño. Me da la razón, a los dos nos falla la inspiración y estamos algo cansados. Él busca alguien con quien compartir “La ventana indiscreta”, le gusta verla todos los veranos porque en ella se refleja, mejor que en ningún lado lo que significa esta estación. Hablamos de festivales de música, de grupos y confeccionamos nuestra lista de películas del año. Los dos coincidimos en “Two Lovers”, “El profeta” y en “Origen”, a pesar de sus equivocaciones. Yo le recomiendo “A propósito de Elly” y “Io sono l’amore”. En ese momento un actor bastante conocido se acerca para saludarnos, nos conoce a los dos por diferentes motivos y alucina con vernos juntos en mitad de la madrugada Madrileña. Nos invita al estreno de su obra de teatro y se marcha. De esa forma nos damos cuenta de lo próximos que estamos el uno del otro… seguimos hablando de club de música y un poco de nosotros mismo… Le pregunto que si vive cerca, me dice que en la calle Fomento, al lado de la Calle Leganitos… no sé quién de los dos cuestiona que si nos volveremos a ver. Yo insinúo dejar que el azar decida. Juan cree que es mejor que lo ayudemos y me propone intercambiar los móvil. Le digo que lo acompaño hasta su casa… nos besamos en los labios, recorremos el breve espacio que nos separa hasta la esquina de su calle. Volvemos a besarnos. Me promete que la próxima vez me contará muchas más cosas de su vida, entre ellas de que nos conocemos. Nos despedimos… Camino por la Calle Río, bordeo el Senado, bajo la escalinata que me lleva hasta el Palacio Real, son las 5 de la mañana y la temperatura es perfecta. La luna es perfecta. Suena Radio Dept en mi iphone y me suena perfecto. Camino delante del palacio real. La Almudena. El viaducto y bajo mis pies la Calle Segovia y me digo para mi mismo: Es bueno que te paguen por esperar. Atravieso la calle Bailen hasta llegar a mi casa. Me meto en la cama y mientras me duermo, pienso: Hoy ha sido un día perfecto.

jueves, 12 de agosto de 2010

LA MÚSICA DE ESTE VERANO

Hay días de verano que la negatividad se apodera de ti. ¿Cómo saber que no te estás hundiendo?, te preguntas. ¿Cómo no sentirte un mediocre?, piensas ¿Qué hacer para no reabrir antiguos miedos enterrados? ¿Quién te hace daño? ¿Te haces daño tú mismo? ¿Ser capaz de cambiar? ¿No ser capaz? ¿Sentirte torpe o ser torpe? ¿No saber parar a tiempo? Tiemblas y sólo quieres dormir pero tienes que trabajar. Sientes frío a pesar de los 40 grados. Sólo te consuela una canción de Klaus & Kinski.


No eres capaz de leer un libro que te parece precioso. No eres capaz de ver un capitulo de una serie. Disimulas delante de todos. Descubres que alguien te hace daño porque ha descubierto tus miedos más internos y se siente fuerte jugando con ellos en tus narices. No sé parar. Los miedos me paralizan. No sé como enfrentarme a ellos. Y te preguntas: ¿lo estará haciendo adrede? Y mientras te lo preguntas sólo sientes un hueco en el estómago. Un hueco que está producido por todos los errores que has cometido en los últimos 40 años, esos errores son los que crean las inseguridades ¿Cómo deshacerte de ellas? La positividad desaparece. Te cuesta respirar. Sólo quiero dormir o viajar o desaparecer. No ver a nadie conocido. No hablar con nadie. Como mucho necesitas los mimos de tu familia. El ahogo crece, lento. Sin hambre. Y sólo te apetece desaparecer pero no lo haces porque sientes que el daño que harías es mayor que tu propio ahogo. Y después de 40 años piensas que nada puede cambiar. Sólo queda la música para desaparecer dentro de ella y de esa forma dejar de escuchar este malestar que alguien o tú mismo has vuelto a reabrir. Sólo queda la música… es mi única tabla de salvación… lo único que me sirve de paracaídas en este hundimiento. Me refugio en ella… la escucho, la bailo… me acompaña… sin ella ya no estaría…



Me monto con ella en un cercanías camino a Fuengirola, donde está mi madre con mi sobrina, su hijo y su novio. Necesito una tarde de mimos familiares y un poco de sol con mar. Mi sobrinillo me recibe extrañado, tiene un año y medio y no me reconoce. Pero una pequeña pelota hace que nos unamos ¿para que luego digan que el fútbol no sirve de nada? Me la tira, se la devuelvo… me la vuelve a tirar y me sonríe… y algo en mí se comienza a curar. Le propongo a mi familia un poco de playa pero prefieren quedarse en el piso. Me bajo solo, me baño y me tumbo al sol. Me duermo y el sol me refuerza la serotonina que tengo por los suelos. Al despertarme me siento más enérgico. Corro y nado mar adentro. Observo la playa desde muy lejos, las personas tumbadas, los niños jugando en la orilla, las tumbonas y el sol ocultándose tras los grandes edificios de hormigón que pueblan todo el paseo marítimo de Fuengirola. Regreso al apartamento familiar. Hacemos turnos para ducharnos y salimos a la calle. Yo empujo el carro de mi supersobrino. Me imagino que algunos pensarán que soy su padre y me gusta esa idea. Pienso… ¿En que momento de mi existencia decidí que mi vida sería tan complicada y tan solitaria? Comparto vinos de verano, patés, salmón e ibéricos con mi familia. Llega la hora de la despedida. Mi cercanías sale a las 11 para Benalmádena y todos me acompañan a la estación. Necesito agradecerle a mi madre sus mimos, a mi sobrina sus sonrisas, a mi supersobrino que me reconozca y al noviete de mi sobri su camaradería y lo hago besándolos. En el tren la música Klaus & Kinski me sosiega y jugando con el Iphone me animó a abrir el Grindr, una aplicación que te localiza chicos que hay a tu alrededor y que buscan algo parecido a lo que buscas tú. Una bonita cara me sonríe, le mando un mensaje, responde, me dice que está cerca de mí. Entre rápidos mensajes acordamos vernos. Le mando mi localización. Conoce perfectamente la urbanización. Lo invito y por cortesía le pregunto que quiere tomar. Me dice ¿tienes aquarius?. ¿De Naranja o de Limón?, le respondo. Y al salir del tren me pongo a buscar un chino para encontrar la bebida isotónica de limón. Llego al apartamento. Me lavo los dientes. Abro el portátil, lo saco a la terraza, pongo a los Klaus & Kinski como banda sonora y me siento a esperar. Me llega un escueto mensaje: ¿Número de piso? El 6, respondo. Suena el timbre del portero. Abro. Lo veo entrar. Moreno, pantalón corto de deporte, camiseta roja… Se pasa de escalera y lo llamo. Se vuelve, me sonríe y sube hacia el apartamento. Se acerca y compruebo lo guapo que es. Menudo regalazo que me da hoy la vida, espero que no se vaya. No se fue. Entra en el apartamento. Sirvo su aquarius y mi cola Light. Nos sentamos en la terraza con el mar de fondo, la voz aterciopelada de la cantante brota de mi portátil. Siente curiosidad por el grupo y yo le explico quienes son. Tiene una sonrisa perfecta, lo sabe y me dice: Los de Madrid tan modernos… Yo le sonrío imperfectamente y le digo: no son de Madrid, son Murcia. Sus piernas se rozan con la mías. Sus manos acarician mis piernas y se pierden bajo mi pantalón. Lo imito y disfruto con lo que se esconde bajo su pantalón azul Adidas de deporte. Se acerca, me besa, me besa con pasión, me mete le lengua, me saborea, me sigue besando, me besa con ternura, con fuerza, me besa… El mar, la música y la noche perfecta… por fin ha llegado el verano pensé…