lunes, 21 de septiembre de 2009

PAQUIRRI Y MIS 39

Hoy cumplo 39 años. Ha sido un año lleno de curvas pero todas me llevaban hacia algo bueno o mejor. Un año más donde he aprendido a valorarme, a decidir lo que me gusta, a escribir, a tener seguridad, a olvidar, a querer, a odiar, a gritar… Ha sido el año de la Sueca… De que mi sobrina me convierta en tío abuelo, de asentarme en Madrid, de abandonar Martos, de volverme a comer las uñas, de seguir comprándome zapatillas de deporte, de viajar mucho a Lisboa, de descubrir Paris y Madeira… y de enamorarme… de “Paquirri”… y mañana todos podéis enamoraros de él tanto como lo estoy yo.



Porque algunas veces todo se conjuga para que un trabajo te llene y te emocione. Hace unos meses me propusieron escribir un guión de ficción sobre la vida de Paquirri. Desde el primer momento la idea me gustó y no lo dudé, acepté la propuesta y de la mano de mi compañera Carmen nos pusimos a explorar la vida de este personaje para convertirla en cine y mañana se hace realidad. Estoy nervioso pero calmado porque todo el proceso ha sido maravilloso. Construir el guión, los tres meses que nos llevó escribirlo… consensuarlo con Salva, el director, lo mucho que nos hizo trabajar y aprender… diferenciar entre palabras e imágenes… dotar al guión de un concepto de tragedia… separarnos de los rosa, de lo amarillo para hacer una historia de verdad… ahondar para no quedarnos en los clichés y construir personajes reales que sufren, que aman, que crecen, que siente…

Después vino el proceso de poner en pie todas esas palabras… elegir a los actores y actrices… una labor dura, pero sin duda un casting acertado… ir poco a poco descubriendo las caras de los actores que darían vida a los personajes que habíamos creado… Los ensayos… Salva haciendo que los actores comprendieran y entendieran cada secuencia… convertirlos en verdaderas familias… y luego las 5 semanas de duro rodaje… y el equipo dándolo todo… convirtiendo el guión de Carmen y mío en bellas y verdaderas imágenes… Salmones, el dire de fotografía, le ha sabido dar la luz necesaria… Durante esas 5 semanas, cada día que pasaba por el rodaje, me quedaba enamorado de la interpretación de los actores… Antonio Velazquez estaba creando un Paquirri humano y lleno de dolor, de sufrimiento y vida… María Ruíz estaba llenando a Carmina de sensualidad, rebeldía y emoción Carmina… Luz Valdenebro estaba dotando a Isabel de la dignidad que debe hacer gala… Cynthia Martín es la hermana perfecta, la hermana que ama a su hermano por encima de todo… que no deja de observarlo, de cuidarlo… que sufre cuando él sufre y se alegra cuando él se alegra… Miguel Diosdado como el hermano pequeño que no se separa de su hermano grande, que lo admire y teme y que no deja de correr perdido y lleno de dolor el día de su cogida… Mariana, Belén, Pilar, … todos los actores… los aplaudo… y me arrodillo ante Manolo Caro que ha sabido construir un personaje, que casi pasando desapercibido en guión, él lo ha hecho crecer y convertirlo en el amigo fiel y el escudero de Paquirri, menudo trabajo, Manolito… si fuera director te querría en todos mis proyectos.

He podido ver ya la serie y me siento tan orgulloso como si acabará de ser padre. Ahora sólo falta que se levante del telón y todos os emocionéis como lo estoy yo. Ese sería el placer máximo y el mejor regalo de cumpleaños… Va por ustedes.

martes, 8 de septiembre de 2009

MADEIRA


MADEIRA

Corro escaleras arriba. Abro la puerta del piso. Tengo la maleta preparada. La examino en un segundo. Camisetas, seis, bermudas, dos y la puesta, un pantalón largo: el diesel despintado, bañador, dos zapatillas: New Balance rojas y Nike clásicas, condones, lubricante, poppers: lo saco a él no le gusta, slips, calcetines. La cierro y también la puerta de la casa. Bajo las escaleras a saltos. Salva me espera en el coche. Maleta en el maletero. Me monto. Arranca. Salva me dice que no esté nervioso. Está seguro de que llegamos. Tiene que poner gasolina. Me pongo más nervioso. No vas a perder el puto avión, me grita. Mientras llena el deposito, yo leo el último mensaje de Filipe. Voy al primero. Me detengo en el de su invitación: “La noche fue más grande de lo que pensaba… una salida muito divertida. Se quieres puedes venir a Madeira estos días. Beijos.” Salva vuelve al coche. Me mira. Me pregunta: “¿qué te pasa?”. Yo le respondo: “Estoy emocionado.” Arrancamos con dirección, por fin, al aeropuerto. Hablamos de pasados viajes a Lisboa. Imaginamos futuros. Hoy sólo estaré un par de horas, mientras espero mi vuelo hacia Madeira. Llegamos al aeropuerto con tiempo. Salva me abraza con fuerza. Tengo mi tarjeta de embarque. Accedo tras los rituales de tocamiento e inspección del equipaje. Paseo nervioso mientras me dan la puerta de embarque: duty free, revistas, me llama Dani, me río con sus ocurrencias, lo corto porque me dan la puerta, la K15. Vueling me desea feliz vueling a Lisboa con tan sólo 30 minutos de retraso. Leo en el vuelo. Levanto la vista del Esquire y debajo está el Tajo. Aterrizo. Cambio de terminal. Ceno. Intercambio mensajes con Filipe. Vuelvo a embarcar. Despego. Dormito. Escucho la música que le he grabado a Filipe. Leo. Vuelvo a dormitar. Aterrizo en Madeira. Estoy nervioso. Sólo lo conozco de tres noches de sexo loco en Lisboa. El vuelo ha llegado con 20 minutos de adelanto sobre la hora fijada. Él no está. ¿Y si no viene?, pienso. Cuando han pasado 10 minutos lo veo acercarse: pequeñito, compacto, fuerte, sonriente. Intento abrazarlo. Él me abraza con torpeza y de lado. Se disculpa porque ha llegado tarde. Yo le digo que no. Le pido que me hable en Portugués y yo lo haré en Español. Nos acercamos hasta su coche. Me sorprende con un deportivo biplaza descapotable. Creo que estos 4 días van a ser de sueño. Conduce dirección a Funchal. Mete una marcha y su mano roza mi rodilla. Me pongo. Él me mira. Sonríe. Le acaricio el muslo. Mi mano se pierde por su entrepierna. Los vaqueros le marcan sus muslos. Me gusta. Llegamos al hotel. Un aparcacoches se hace cargo del coche. Sacamos las maletas. En la recepción doy mi DNI. Hice la reserva desde Madrid. Mientras toman mis datos. Él se disculpa, “Madeira no es Chueca”, me dice al oído. Me pone mucho más. Me devuelven el DNI. Nos indican la habitación. Subimos en el ascensor y una señora con nosotros. No dejamos de mirarnos. Salimos en la 2 planta. Llegamos a la habitación 222. Abrimos la puerta. Metemos la tarjeta. Se hace la luz. Comenzamos a besarnos. Le beso el cuello. Me muerde el labio inferior con violencia. Le abro la camisa. Le pellizco y le muerdo los pezones. Suspira. Acaricio su culo apretado por el pantalón. Desabrocho los botones del pantalón. Mi mano se pierde por su trasero sudado. Bajo con violencia el pantalón. Se queda por sus rodillas. Lo empujo hacia un sillón que hay frente una gran ventanal. Mira al mar de rodillas en el sillón. Introduzco mi lengua en la raja de su culo sudado. La muevo. Succiono. Golpeo sus cachetes. Sigo moviendo mi lengua. Su culo se contrae. Me quito el pantalón. Me echo sobre él. El mar viene y va. Va y viene. Viene y va. Va y viene. Viene y va. Viene y va. Aprieto mi pecho sobre su espalda. Aprieto más. Más. Más. Él mancha el respaldo del sillón a la vez que yo lo mancho a él. Caemos sobre la moqueta del habitación. Nos miramos. Reímos. Volvemos a besarnos. Nos acariciamos. Nuestras lenguas no dejan de jugar. Me muerde con violencia el labio inferior. Me pierdo en su cuello. Succiono, casi muerdo. Él me frena con sequedad y violencia. Me mira primero serio. Rápidamente sonríe. Me olvido de su repentina violencia. Lo vuelvo a besar. Bajo hacia sus pechos fuerte. Mis dientes juegan con sus pezones. Él hace fuerza con su pecho me pide que le de pequeños puñetazos. Le doy con mi poca fuerza. El hace más fuerza y sus pechos aumentan. Nos excitamos. La violencia se mezcla con el placer. Bocados, golpes, pequeñas agresiones… más bocados que me mezclan con besos, golpes, caricias… Le ato las manos con las fundas de las almohadas. Ato sus pies uno a otro con las sabanas. Lo pongo boca abajo. Busco en mi maleta el lubricante. Lo utilizo como aceite lo esparzo por toda sus espalda. Pongo mucha cantidad en sus muslos. Me introduzco dentro de sus muslos. Le obligo a cerrar las piernas. Me froto. Disfruta. Froto. Disfruta. Sin querer encuentro el agujero. Mi punta hace que se dilate. Se va abriendo generoso y yo voy entrando de nuevo en él. Entro un poco más. Entro más. Entro más y más y más… creo que no hay fin… más y más… siempre hacia dentro. Él grita. Me vacío. Me quedo dentro. Mi lengua juega con su cuello y él me busca con la suya. Nos dormimos sin movernos. Despierto de madrugada. Filipe duerme. Lo contemplo desnudo. Levanto sus piernas. Me introduzco en él. Se despierta. Me besa. Sonríe. Comienza a moverse. El placer nos invade y volvemos a dormir. El sol llena la habitación. Me despierto. Intento no hacer ruido. Voy a la baño. Me siento en el water. Comienzo a mear. Filipe entra en la habitación. Me observa mear. Se acerca hasta mí. Se coloca frente a mí. Comienza a mear. Mi cuerpo se vuelve salado como el mar. Al acabar me levanto y me abrazo a él que me empuja hasta el baño. Comienza a ducharme. A lavarme. Me pone gel por todo el cuerpo. Me enjabona. Su mano se pierde en mi trasero. Yo suspiro. Filipe se coloca tras de mí. Se enjabona su polla y la coloca dentro de mi para limpiarme por dentro. Me limpia con dureza. Fuerte. Muy fuerte. Yo grito y él me tapa la boca. Silencio. Grito hacia dentro y él se vacía hacía fuera. Limpios nos vestimos. Bermudas. Bañadores. Toallas. Camisetas. Desayunamos. Yo le explico, mientras comemos un pan caliente con queso y mantequilla, que mi desayuno en Madrid siempre es una tostada de aceite y tomate. Le parece extraño. Se ríe. Lo invito a que venga a visitarme. Prometo preparárselo. Buscamos el descapotable. Le propongo quitarle la capota. Me dice tajante que no. Yo insisto, entre bromas. Me vuelve a decir que no. Sin explicación. Me monto a su lado. Silencio. ¿Dónde vamos?. Es tu isla, respondo. ¿Quieres ver Funchal. Yo respondo con un seco vale. Nos bajamos del coche. Recorremos sus calles. Él siempre camina unos metros por delante de mí. Yo camino rápido pero nunca me coloco a su par. Calles estrechas. Arquitectura de piedra y cal. Mucha vegetación. Árboles. Pasamos por un monumento al descubridor de la Isla. Se llama Madeira porque al principio sólo había árboles. Recorremos un fuerte que ahora es un museo. Tomamos una bica. Recorremos un gran mercado de pescados. Atunes abiertos. Rojos. Sangre. Me propone irnos hacia las playas. Me gusta la idea. Volvemos hacia el coche. Corremos por las pequeñas carreteras a toda velocidad. El paisaje me empapa. Me roza de nuevo dentro del coche. Todo se despierta. Música portuguesa en la radio. La fusión del paisaje con la música me embriaga. Su mano vuelve a rozarme la rodilla y me despierta. Me encanta tu Isla, gracias por invitarme, le sonrío. Filipe me devuelve la sonrisa. Coloca su mano en mi rodilla. Vemos un mirador. Un acantilado. Para el coche. Me salgo. Cuando él lo hace un coche pasa rozándolo a toda velocidad. Se me escapa un grito. Él me mira descompuesto. Respira. Me acerco corriendo hasta él. Voy a abrazarlo. Me frena en seco: ¿Qué haces?. Me aparta. Cruza hacia el mirador. Miramos el acantilado. El mar azul transparente. No hay paz. Estamos nerviosos. No decimos nada. Silencio. El mar rompe con el acantilado. ¿Qué quieres comer? Atún, le digo. No me gusta el atún. Me suena como una maldición. Nos montamos de nuevo en el descapotable capotado. Me lleva a un restaurante. Si quieres puedes pedir atún. Pido atún. Me lo como con ganas. En silencio. Él come carne. En silencio. ¿Te ha gustado?. Asiento. Se levanta para ir al baño. Yo pienso ¿qué vamos a hacer estos tres días?. Vuelve del baño hablando por teléfono. Se acerca y corta. Al llegar al coche me sorprende: le quita la capota. Te voy a llevar a mi playa favorita. Mientras conduce rozo con mi brazo su brazo. Nos relajamos. Llegamos hasta la playa. Es una playa de enormes piedras. Excavada en el acantilado. Rodeada de enormes acantilados de piedras. Está casi solitaria. Muy poca gente tumbada en las enormes piedras. Colocamos las tollas sobre las piedras. Nos colocamos sobre las piedras. Me incomodan las piedras. Me incomoda el calor del sol. Me quito la camiseta. Me avisa, no se puede hacer nudismo. No lo pensaba hacer, pienso. Me voy hacia el agua. Camino sobre las piedras. Filipe viene tras de mí. Me meto en el agua. Al primer paso me hundo. Son auténticas piscinas. El agua es azul transparente. Refresca pero no está fría. El agua es perfecta. Nado. Me alejo de la orilla. Él viene tras de mí. Me agarra de los pies y me hunde. Se acerca a mi bajo el agua. Me besa. Me separo. Subo a la superficie. Me dice que vayamos nadando hasta el acantilado. Le digo que me cago to. Se ríe. Se burla con mi expresión. Filipe se aleja hacia el acantilado. Nada. Veo sus fuertes brazos entrar y salir en el agua. Me siento solo en medio del océano. Siento miedo. Dudo. Nado hacia el acantilado. Como me acerco al acantilado el agua es más brava. Filipe ve tras el acantilado una playa solitaria de piedras. Vamos hasta ahí. Me sonríe. El oleaje cada vez es más fuerte. Tengo miedo. Me acerco hasta las rocas. Me resbalo. No puedo salir. Por fin lo consigo. Prefiero ir a través de ellas. Filipe nada con fuerza en paralelo a los rocas. Me mira. Sonríe. Dice: Eres un maricón. Yo le sonrío. Camino por un sendero de piedras que se clavan en mis talones. Las olas son cada vez más fuertes. Filipe nada en paralelo a mi. Filipe no avanza. El mar lo detiene. Filipe grita mi nombre. Lo miro. Pienso que me está invitando a tirarme al mar. Le digo que no. Me doy cuenta que no avanza. Noto terror en su cara. Filipe intenta nadar pero no avanza. Las olas rompen en las rocas y no me dejan pasar. Filipe intenta acercarse hasta las rocas pero no puede. Me mira perdido. Dudo. Nada y no se mueve. Sus brazos musculosos están mudos. Sus ojos son de pánico. Las olas lo cubren. Sale a la superficie. Intenta nadar. El oleaje lo vuelve a hundir. Me mira aterrado. No sé que hacer. Intenta nadar. No puede. Grito. Salgo a correr por el acantilado. Corro hacia la playa. Me resbalo. Caigo. Me levanto. Sigo corriendo. Se me clavan cosas puntiagudas en los talones. Corro. Grito. Corro por el acantilado. Llego hasta la playa. Pido auxilio. Veo el vigilante a lo lejos. Las grandes piedras se me clavan en los pies. Siento que me sangran. Sigo corriendo. Las piedras me golpean los talones. Sangro. Grito. El salvavidas me ve. Coge una tabla de surf. Le indico que tras las rocas. Sale mar a través. Yo lo veo alejarse. Cierro los ojos a la vez que subo la cabeza hacia el cielo. El sol me ciega. Corro de nuevo entre las piedras. Mis pies se golpean contra ellas una vez y otra. Una vez y otra. Una vez y otra. Llego a las rocas. Corro entre ellas. No quiero pensar. No quiero. No quiero saber lo que ha pasado. No quiero llegar hasta allí. No quiero. Veo al vigilante. Con todas sus fuerzas arrastra un cuerpo. Un cuerpo muerto. Un cuerpo sin vida. Mis piernas comienzan a temblar. Grito. Miro mis pies que sangran bajo el agua azul transparente. El vigilante intenta con todas sus fuerzas acercarse a la orilla. Yo los sigo con la mirada. Incapaz de andar. Los veo llegar hasta la orilla. Veo que lo besa. Que intenta reanimarlo. Vuelve a besarlo. Otra vez más . Otra. Golpea su pecho. Besos. Golpes. Pero la vida no vuelve. Sin darme cuenta he llegado hasta ellos. El vigilante me mira impotente. Yo le devuelvo la misma mirada. Comienza a hablarme. Yo no entiendo nada. No sé donde estoy. Miro el cuerpo de Filipe. Es el mismo cuerpo de la pasada noche. Lo abrazo. Está frío. Me separo. La gente me observa. No sé que hacer. Comienzan a hacerme preguntas. No sé que responder. No entiendo nada. Nada. Todo pasa a mucha velocidad. Oigo que alguien avisa a la policía. Alguien me pregunta su nombre. Filipe. Quieren saber más. No sé nada más. Filipe. ¡Qué más puedo saber! Que follaba con él de escándalo. Tengo que avisar a alguien. Recuerdo su móvil. Me acerco hasta las toallas. Su ropa. La llave del coche. El móvil. Todo sigue sobre las piedras. Filipe también está sobre las piedras. Muerto. El móvil. Me acerco hasta Filipe. Miro la última llamada. Minha casa. Automáticamente llamo. Suena el pitido. Dos pitidos. Tres. Descuelga una niña. ¿Pai?. No, no puede ser. La niña grita: Mai es pai. Creo entender eso. Cuelgo. Me derrumbo. Me siento en el suelo. La gente me mira. Veo a Filipe. Muerto. No sé quién es. Lloro. No se que hacer. Grito en silencio. Miro al mar. El mar viene y va. Va y viene. Viene y va. Va y viene. Viene y va. Viene y va. Viene y va…