lunes, 25 de marzo de 2013

LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA MEADA

Llegamos al aeropuerto de Viena. Directos a la zona de Rentcar para recoger nuestro coche. Tomás con su divertida verborrea, da igual el idioma, convence a la chica para que nos cambie un Opel Corsa por un BMW… A la del alquiler de coches, una austriaca que le parece lo más sexy que me llame Antonio y lo pronuncia como si fuera la Melanie Griffith y yo fuera su Banderas, nos avisa que estamos locos por querer irnos a Budapest. Las carreteras están cortadas por culpa de la nieve y lo más racional sería quedarnos en Viena. Ni Tomás ni yo lo somos. Pillamos nuestro BMW. Ponemos música y nos lanzamos a la carretera como si fuéramos Thelma y Louise en Centroeuropa. Nada más salir del aeropuerto hay una señal que nos indica Budapest y para allí que nos vamos. Hace un sol de escándalo y pensamos: la del alquiler de coches es una pobre desubicada. 50 km a toda pastilla. De repente comenzamos a ver una fila de camiones parados en el arcén de la derecha. La velocidad disminuye hasta que nos paramos en seco. Pero no hay restos de nieve por ningún lado… no entendemos nada… En un cuarto de hora de retención avanzamos menos de 100 metros… otro cuarto de hora y avanzamos 50 más… ¡Menuda suerte…! En la siguiente media hora avanzamos dos kilómetros… La fila de camiones sigue parada a nuestra derecha… Ponemos la radio, esperando encontrar alguna respuesta… pero sólo hablan en alemán… Tomás decide preguntarle al coche de delante… pero no saben ingles… Los camioneros abandonan sus cabinas para fumar y hablar entre ellos. Le insisto a Tomas para que hable con alguno de ellos… ¿Y si me violan?, me pregunta… Pues te dejas, le respondo. Tomás se baja. Yo con él y se pone a charlar con un camionero Rumano que nos informa que lleva tres días desde que salió de Alemania y que no sabe cuando podrá llegar a su destino. Nos agobiamos… ¿Qué hacemos?... ¿Avanzamos y en el primer cambio de sentido nos volvemos a Viena? Vemos que los coches avanzan con normalidad por el sentido contrario… Tenemos dos días para ver Budapest y nos lo vamos a pasar en la carretera. Se produce el milagro… los coches comienzan a avanzar… Llegamos a un cambio de sentido… la policía austriaca nos obligan a abandonar la autopista y nos hacen circular por una carretera secundaria… El paisaje es frío y árido pero avanzamos, aunque no sabemos hacia dónde… Llevamos dos horas en el coche y hemos hecho 50 KM. Tenemos hambre y ganas de mear. La carretera nos adentra por un pueblo austriaco que se llama Gols. Ni idea… y le propongo a Tomás… parar… comer… mear y decidir… con la barriga llena y la vejiga vacía todo parecerá algo más fácil… Al lado izquierdo de la carretera vemos un pequeño restaurante… Es un lugar lleno de cristaleras que dejan entrar el sol… nos parece agradable… pedimos permiso y nos dicen que por supuesto que nos dan de comer… ya que la camarera y el cocinero lo están haciendo… En la pequeña barra hay un hombretón, fuerte, rapado bebiendo una buena jarra de cerveza austriaca. Tomás pregunta ¿Está cerca la frontera con Hungría? Todos se muestras solícitos a respondernos pero el que más el hombretón que va vestido con un mono azul de mecánico con restos de grasa. Nos informa que él es húngaro y que puede indicarnos el camino… La camarera nos invita a sentarnos, no ofrece la carta… los precios son muy bajos, mucho más que en cualquier pueblo de España… y pedimos pizza y pasta… El hombretón vestido de mono azul, lleno de grasa, rapado, con unas manos grandes y unos hombros fuertes y robustos se acercan a nuestra mesa con una nueva jarra de cerveza y un mapa de la zona. Nos explica que estamos en el límite entre Hungría y Austria… en toda una llanura… señala en el mapa lo que tenemos que hacer para llegar a Budapest… como volver a incorporarnos a la autopista… Tomás y yo no podemos dejar de mirarlo… tiene algo tan masculino que nos hipnotiza… confunde nuestra cara de salidos y piensa que estamos perdidos… y se ofrece a cruzarnos la frontera y llevarnos hasta la incorporación de la autopista… Cuando se va… los dos decimos a la vez: ¡Que Morbo! La camarera nos trae la comida y devoramos… El hombretón con mono de azul lleno de grasa, rapado, grande hombros, manos fuertes, espalda ancha y piernotas de futbolista nos sonríe desde la barra y levanta su jarra en símbolo de hermandad. Terminamos la pasta y tomamos un café. Llega la hora de partir. Nuestro nuevo amigo paga sus litros de cerveza y nos pide que lo sigamos… Nosotros bien obedientes lo hacemos… Sin dudarlo comenzamos a seguir una especie de furgoneta blanca… Allí va montado nuestro hombre… Nos mete por carreteras secundarias… terciarias… pero de buen firme… hasta que llegamos a la frontera con Hungría… una especie de antiguo control de aspecto soviético indica el cambio de país… De repente nuestro coche da un salto… el asfalto ha desaparecido… ha sido sustituido por grava… la carretera se ha convertido en una especie de carril… Y es entonces cuando Tomás y yo comenzamos a imaginar… ¿Dónde nos llevará el hombretón con mono de azul lleno de grasa, rapado, grande hombros, manos fuertes, espalda ancha y piernotas de futbolista…? Y en ese momento nos decimos los dos al unísono… ¿Has visto el paquetón que le marca el mono? Nuestros calenturientos pensamientos se van fundiendo con la estepa húngara… Imaginamos que nos lleva hasta una cabaña perdida y solitaria… insiste en invitarnos a una cerveza… cierra la puerta tras nosotros y allí nos sodomiza y nos viola… como sin fuéramos las niñas de Alcásser… Le digo a Tomás: recapitulemos… no somos ningunas niñas… y de violación nada de nada… todo sería bien consentido… ¿Y si lo que le gusta es la dominación absoluta?, me dice Tomás… Entonces no nos va a quedar más remedio que resistirnos… ¿Y si aparecemos muertas?... Que trágica eres, hija… Estamos tan metidos dentro de nuestros escabrosos pensamientos que no nos damos ni cuenta que el hombretón con mono de azul lleno de grasa, rapado, grande hombros, manos fuertes, espalda ancha, piernotas de futbolista y marca de paquetón bajo el mono azul… para su coche en al arcén a tan solo unos metros de un paso a nivel… Se baja del coche… Tomas me dice: ahora es cuando nos va a decir que vayamos a su casa a tomar algo. Se baja también Tomás y se acerca a nuestro Brad Pitt particular. El hombre le dice algo que no llegamos a entender… Se coloca a nuestro lado del coche… de espalda a nosotros… y acertamos a divinar lo que ocurre a continuación… abre sus piernotas de futbolista, se baja la cremallera de su mono azul y se saca lo que imaginamos que será parte de su gran paquete que sostiene con sus manos fuertes, echa hacia atrás su espalda ancha, mueve sus grandes hombros, el sol brilla sobre su cabeza rapada… y empieza a echar una gran meada, nosotros miramos embobados desde dentro del coche como todo fluye… nuestras bocas se abren tanto pero no sale palabra ninguna… sólo admiramos… y dejamos que toda la cerveza austriaca riegue la fría estepa Húngara… No sé cuanto tiempo duró tan maravilloso espectáculo… Sólo sé que el hombretón con mono de azul lleno de grasa, rapado, grande hombros, manos fuertes, espalda ancha, piernotas de futbolista vuelve a meter su paquetón dentro de su mono azul y con una sonrisa, nosotros pensamos que morbosa, nos indica que le sigamos… por fin cerramos la boca… Cruzamos el paso a nivel… y varios kilómetros más tarde con un gesto de su mano y la luz del intermitente, cuando cruzamos un puente, nos indica que allí abajo está la autopista que nos dejará una hora más tarde en Budapest…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menos mal que has vuelto, te sigo desde 2008 y te echaba de menos, espero que hayas vuelto para quedarte. Saludos.