jueves, 12 de agosto de 2010

LA MÚSICA DE ESTE VERANO

Hay días de verano que la negatividad se apodera de ti. ¿Cómo saber que no te estás hundiendo?, te preguntas. ¿Cómo no sentirte un mediocre?, piensas ¿Qué hacer para no reabrir antiguos miedos enterrados? ¿Quién te hace daño? ¿Te haces daño tú mismo? ¿Ser capaz de cambiar? ¿No ser capaz? ¿Sentirte torpe o ser torpe? ¿No saber parar a tiempo? Tiemblas y sólo quieres dormir pero tienes que trabajar. Sientes frío a pesar de los 40 grados. Sólo te consuela una canción de Klaus & Kinski.


No eres capaz de leer un libro que te parece precioso. No eres capaz de ver un capitulo de una serie. Disimulas delante de todos. Descubres que alguien te hace daño porque ha descubierto tus miedos más internos y se siente fuerte jugando con ellos en tus narices. No sé parar. Los miedos me paralizan. No sé como enfrentarme a ellos. Y te preguntas: ¿lo estará haciendo adrede? Y mientras te lo preguntas sólo sientes un hueco en el estómago. Un hueco que está producido por todos los errores que has cometido en los últimos 40 años, esos errores son los que crean las inseguridades ¿Cómo deshacerte de ellas? La positividad desaparece. Te cuesta respirar. Sólo quiero dormir o viajar o desaparecer. No ver a nadie conocido. No hablar con nadie. Como mucho necesitas los mimos de tu familia. El ahogo crece, lento. Sin hambre. Y sólo te apetece desaparecer pero no lo haces porque sientes que el daño que harías es mayor que tu propio ahogo. Y después de 40 años piensas que nada puede cambiar. Sólo queda la música para desaparecer dentro de ella y de esa forma dejar de escuchar este malestar que alguien o tú mismo has vuelto a reabrir. Sólo queda la música… es mi única tabla de salvación… lo único que me sirve de paracaídas en este hundimiento. Me refugio en ella… la escucho, la bailo… me acompaña… sin ella ya no estaría…



Me monto con ella en un cercanías camino a Fuengirola, donde está mi madre con mi sobrina, su hijo y su novio. Necesito una tarde de mimos familiares y un poco de sol con mar. Mi sobrinillo me recibe extrañado, tiene un año y medio y no me reconoce. Pero una pequeña pelota hace que nos unamos ¿para que luego digan que el fútbol no sirve de nada? Me la tira, se la devuelvo… me la vuelve a tirar y me sonríe… y algo en mí se comienza a curar. Le propongo a mi familia un poco de playa pero prefieren quedarse en el piso. Me bajo solo, me baño y me tumbo al sol. Me duermo y el sol me refuerza la serotonina que tengo por los suelos. Al despertarme me siento más enérgico. Corro y nado mar adentro. Observo la playa desde muy lejos, las personas tumbadas, los niños jugando en la orilla, las tumbonas y el sol ocultándose tras los grandes edificios de hormigón que pueblan todo el paseo marítimo de Fuengirola. Regreso al apartamento familiar. Hacemos turnos para ducharnos y salimos a la calle. Yo empujo el carro de mi supersobrino. Me imagino que algunos pensarán que soy su padre y me gusta esa idea. Pienso… ¿En que momento de mi existencia decidí que mi vida sería tan complicada y tan solitaria? Comparto vinos de verano, patés, salmón e ibéricos con mi familia. Llega la hora de la despedida. Mi cercanías sale a las 11 para Benalmádena y todos me acompañan a la estación. Necesito agradecerle a mi madre sus mimos, a mi sobrina sus sonrisas, a mi supersobrino que me reconozca y al noviete de mi sobri su camaradería y lo hago besándolos. En el tren la música Klaus & Kinski me sosiega y jugando con el Iphone me animó a abrir el Grindr, una aplicación que te localiza chicos que hay a tu alrededor y que buscan algo parecido a lo que buscas tú. Una bonita cara me sonríe, le mando un mensaje, responde, me dice que está cerca de mí. Entre rápidos mensajes acordamos vernos. Le mando mi localización. Conoce perfectamente la urbanización. Lo invito y por cortesía le pregunto que quiere tomar. Me dice ¿tienes aquarius?. ¿De Naranja o de Limón?, le respondo. Y al salir del tren me pongo a buscar un chino para encontrar la bebida isotónica de limón. Llego al apartamento. Me lavo los dientes. Abro el portátil, lo saco a la terraza, pongo a los Klaus & Kinski como banda sonora y me siento a esperar. Me llega un escueto mensaje: ¿Número de piso? El 6, respondo. Suena el timbre del portero. Abro. Lo veo entrar. Moreno, pantalón corto de deporte, camiseta roja… Se pasa de escalera y lo llamo. Se vuelve, me sonríe y sube hacia el apartamento. Se acerca y compruebo lo guapo que es. Menudo regalazo que me da hoy la vida, espero que no se vaya. No se fue. Entra en el apartamento. Sirvo su aquarius y mi cola Light. Nos sentamos en la terraza con el mar de fondo, la voz aterciopelada de la cantante brota de mi portátil. Siente curiosidad por el grupo y yo le explico quienes son. Tiene una sonrisa perfecta, lo sabe y me dice: Los de Madrid tan modernos… Yo le sonrío imperfectamente y le digo: no son de Madrid, son Murcia. Sus piernas se rozan con la mías. Sus manos acarician mis piernas y se pierden bajo mi pantalón. Lo imito y disfruto con lo que se esconde bajo su pantalón azul Adidas de deporte. Se acerca, me besa, me besa con pasión, me mete le lengua, me saborea, me sigue besando, me besa con ternura, con fuerza, me besa… El mar, la música y la noche perfecta… por fin ha llegado el verano pensé…

2 comentarios:

JD dijo...

Nunca te hundas...quema siempre la banca. Es tanto lo depositado en tiempos de bonanza que tienes todo el crédito para endeudarte conmigo.

Vipère de Gabon dijo...

Hace mucho que no visito tu fantástico blog. Lo hago ahora de pasada, pero aprovecho para enviarte un saludo, un beso, animarte en el oficio de escribir; te diré que muchas veces me han emocionado tus entradas. Descubrí el otro disco de Klaus & Kinski y me encanta. Este tengo que descubrirlo aún.
Hasta pronto. Feliz agosto.